He tenido un verano muy andaluz. He hecho excursiones cortas, con vacaciones intermitentes, visitando muchos pueblos costeros y de interior sin salir de Andalucía. Y lo he disfrutado mucho.
He pensado en nuestro aceite de oliva, que debe ser bandera andaluza para el mundo y en lo que me he ido encontrando en bares y restaurantes. Y qué difícil es que un lugar de turismo el aceite sea de calidad, que al menos sea virgen extra, que es lo menos que podemos exigir en nuestra tierra.
Pero me da la sensación de que estamos haciendo algo mal. De que sólo un entorno muy reducido de olivareros, agricultores y dietistas conocen las diferencias de un virgen extra con un refinado. Algo que nosotros damos por supuesto, quizás no llegue a calar en la lista de la compra diaria. A menudo vemos aceites con etiquetas engañosas, lampantes camuflados, a precios elevados y tratando de confundir al consumidor. Y lo malo es que muchos caen en la trampa, mientras los virgen extra esperan en las bodegas de las cooperativas a ser vendidos. No recuerdo de qué año serían las primeras campañas publicitarias cuando cambiamos de «aceite puro de oliva» a «aceite de oliva virgen extra». Fueron muy machaconas, pero quizás ahora ya se hayan olvidado.
Sigamos defendiendo nuestro aceite, que ya mismo está aquí la campaña. Defendamos las buenas prácticas agrícolas, apoyemos aquellas almazaras que tratan la aceituna con mimo y sacaremos el máximo valor de nuestro fruto más apreciado.
3 comentarios
Reblogueó esto en joseantonioarcosy comentado:
Comparto este post de un bloguero muy activo de la otra parte de Andalucía, y os invito a que visitéis su blog. Muy interesante.
Muchas gracias, José Antonio. Te sigo atentamente. Espero coincidir pronto. Un saludo.
Ls verdad es que poca gente conoce la diferencia. Y creo que no se publica por que las grandes marcas de aceite venden refinado a mayor precio que el virgen extra en muchos casos. Creo que el principal factor es el secretismo para ellas vender su producto.