El otoño ha llegado puntual, obediente al calendario, y un viento fresco nos ha sorprendido en domingo. Y el olor a tierra mojada ha llegado a Córdoba tras meses de ausencia. En el campo acabamos de terminar la cosecha de maíz, justo a tiempo para guardar el grano a buen recaudo y ha sido el punto final a uno de los años más difíciles que se recuerda, al menos en cuanto a climatología. Heladas fortísimas, casi total ausencia de lluvias y varias olas de calor insoportables durante el verano.
Los naranjos, sin embargo, resisten a todo eso y nos dan una alegría por su robustez. Tras todas esas penurias afrontan la campaña de recogida con algo menos de carga que otros años, pero con un aspecto inmejorable, queriendo ya madurar sus frutos y dispuestos a pasar otra temporada de lluvia, que ellos y nosotros esperamos sea abundante.
Y ahora nos entra la duda de qué sembrar sobre los rastrojos que dejamos. Parece que el mercado anima a sembrar cereales, pero la amenaza de que la sequía se prolongue nos obliga a ser cautos en las previsiones de gasto de agua. Pero la decisión no se debe posponer mucho, ya que las labores esperan, y una buena labor a tiempo puede tener el secreto del éxito para el año agrícola que estrenamos.
1 comentario
Bonita redacción, tienes a quien salirle. Un abrazo. Fernando.